Por el momento nos encontramos en medio de una turbulenta fase del ciclo evolutivo global que comenzó en la década de los 80 y se cree que terminará a mediados del siglo XXI en cuyo proceso Estados Unidos claramente perderá su condición de superpotencia.
Las estimaciones ofrecidas por expertos de la Academia Rusa de Ciencias, indican que el actual período de graves inestabilidades debería terminar aproximadamente en el período 2017-2019 con una crisis. La crisis no será tan profunda como las del 2008-2009 o 2011-2012 y marcará la transición hacia una economía construida sobre la base de nuevas tecnologías.
La recuperación económica durante el 2016-2020 significará graves cambios en el equilibrio de poder y graves conflictos político-militares involucrando a los peso pesados globales y a los países en desarrollo. Supuestamente el epicentro de los conflictos estará ubicado en el Medio Oriente y en Asia Central pos soviética.
El siglo de dominación político-militar global y de supremacía económica norteamericana pareciera acercarse a su fin. Estados Unidos no pasó la prueba de la unipolaridad y, desangrado por los permanentes conflictos en el Medio Oriente, carece en la actualidad de los recursos que se requieren para retener el liderazgo global.
La multipolaridad implica una distribución mucho más justa de la riqueza a través del mundo y una profunda transformación de las instituciones internacionales tales como la Organización de Naciones Unidas, ONU; el Fondo Monetario Internacional, FMI; el Banco Mundial, etc. Por el momento, el consenso de Washington parece irreversiblemente muerto y la agenda global debiera estar encabezada por la tarea de construir una economía con niveles de incertidumbre mucho menores, reglamentación financiera más estricta y mayor justicia en la distribución de los ingresos y beneficios económicos.
Los centros del desarrollo económico están derivando desde Occidente –que cuenta con la revolución industrial entre sus principales logros en su registro—hacia el continente asiático. China y la India deberían estarse preparando para una carrera económica sin precedentes en este proceso con un telón de fondo de la más amplia competencia entre las economías que emplean los modelos tradicionales de capitalismo de estado y democracia. China y la India, los países más populosos del mundo, definirán el sentido y el ritmo del desarrollo en el futuro, pero la principal batalla por la supremacía global se definirá entre Estados Unidos y China estando en juego la elección del modelo post industrial y socio-económico del siglo XXI.
La pregunta que surge en este contexto es ¿cómo reaccionará Estados Unidos frente a la transición?
Se ha tomado en consideración que cualquier estrategia norteamericana emana del supuesto que la pérdida de la supremacía global es inaceptable para el país. El vínculo entre el liderazgo y la prosperidad del siglo XXI es un axioma para las elites norteamericanas al margen de los detalles políticos.
Los modelos matemáticos de la dinámica geopolítica global llegan a la conclusión que una guerra en gran escala victoriosa, llevada a cabo por medios convencionales, sería la única opción para que Estados Unidos revirtiera el rápido colapso de su status geopolítico invicto.
Se trata de un secreto a voces que, ocasionalmente, los métodos no militares de empujar a los rivales fuera del escenario –como en el caso de la Unión Soviética—también funciona y las tecnologías correspondientes están permanentemente siendo pulidas en Estados Unidos. Por otra parte, hasta ahora países como China o Irán se demuestran evidentemente inmunes a la manipulación externa. Si la actual dinámica geopolítica persiste, el cambio en el liderazgo global se podría esperar para el 2025 y la única manera que Estados Unidos pudiera descarrilar el proceso sería desatando una guerra en gran escala.
El país que enfrenta una inminente pérdida de liderazgo no tiene otra opción que golpear primero y eso es lo que Washington ha estado haciendo los últimos quince años. La táctica específica de Estados Unidos es elegir como blanco no a un país candidato alternativo para la supremacía geopolítica, sino a países que parecen propicios en el momento. Al atacar a Yugoslavia, Afganistán e Irak, Estados Unidos buscó problemas regionales relativamente menores o puramente económicos, pero una caza mayor claramente requeriría de un blanco más significativo. Analistas militares sostienen que Irán más Siria y los grupos Shia no árabes, tales como el Hezbola del Líbano enfrentarían el mayor peligro de ser golpeados en nombre de una nueva redistribución global.
En realidad, la redistribución está en marcha. La Primavera Árabe producida y manejada por Washington creó las condiciones apropiadas para unir al mundo musulmán dentro de un solo califato. El plan norteamericano es que esta nueva formación ayudará a la menguada superpotencia mantener su control sobre los recursos energéticos clave en el mundo y proteger sus intereses respecto de Asia y África. Sin duda alguna que el desafío que hace que Estados Unidos recurra a este nuevo tipo de arreglo es el creciente poderío de China.
Deshacerse de Irán y Siria que interfieren la vía de la dominación global de Estados Unidos, sería el próximo paso natural de Washington. Los intentos por derribar al régimen iraní por medio de incitar la agitación civil fracasaron estrepitosamente y los analistas militares sospechan que un escenario intervencionista parecido a aquellos implementados para lidiar con Irak y Afganistán es lo que eventualmente le espera a Irán. El plan tiene buenas posibilidades de materializarse aunque hoy en día hasta el retiro de Irak y Afganistán plantea a Estados Unidos grandes problemas.
La implementación del proyecto Gran Medio Oriente junto con causar un significativo daño a la posición de Rusia y China –sería el premio mayor que Estados Unidos espera ganar al plantear una guerra mayor… Este designio fue ampliamente conocido en Estados Unidos luego de la publicación en el Armed Forces Journal del famoso Mapa de Peters. La motivación que asomaba detrás del artificio es la de forzar a Rusia y China fuera de la región mediterránea y del Medio Oriente, cerrarle el paso a Rusia en el Cáucaso Sur y Asia Central y desconectar a China de sus más importantes proveedores energéticos.
La materialización del plan Gran Medio Oriente arruinaría las perspectivas rusas de un desarrollo pacífico y estable ya que el Cáucaso Sur controlado por Estados Unidos es inestable y estaría proyectando ondas de choque a través del Cáucaso Norte. Obviamente, ya que la agitación sería detonada por las fuerzas del fundamentalismo musulmán, las regiones rusas predominantemente musulmanas serían con seguridad afectadas.
Estados Unidos no es capaz de sostener el Consenso de Washington por más tiempo confiando en instrumentos políticos y económicos. Jemin Jibao de China, pintó el cuadro con extrema claridad cuando escribió que Estados Unidos se convirtió en un parásito global que imprime ilimitadas cantidades de dólares, que los exporta para pagar sus importaciones y de ese modo comprar el rumboso nivel de vida de los americanos, mediante el robo al resto del mundo. El premier ruso expresó una opinión similar durante su visita a China el 17 de noviembre pasado.
Por el momento China está presionado mucho para limitar las esferas de circulación del dólar. La porción de divisas norteamericanas en las reservas de China están disminuyendo y en el mes de abril del año pasado el Banco Central de China anunció un plan para salir por completo del dólar norteamericano en las transacciones internacionales. Por supuesto que el golpe a la dominación del dólar norteamericano no quedará sin respuesta. Del mismo modo, Irán está tratando de reducir la porción de dólares en sus transacciones: una bolsa petrolera iraní abierta el mes de julio del 2011 acepta sólo euros o la divisa iraní en sus transacciones. Irán y China están negociando el suministro de productos chinos a cambio de petróleo iraní, que entre otras cosas, haría posible dirigir el intercambio comercial capeando las sanciones impuestas contra Irán. El líder iraní sostuvo que el volumen comercial con China debería alcanzar la suma de 100 mil millones de dólares y que esto dejaría sin sentido los planes norteamericanos de aislar Irán.
Los esfuerzos norteamericanos por socavar la estabilidad en el Medio Oriente podrían en parte atribuirse al reconocer que la reconstrucción de las devastadas infraestructuras de la región necesitarán de masivas infusiones de dólares, cosa que produciría una revitalización de la economía norteamericana. En el 2011 la estrategia norteamericana que apuntaba a conservar el liderazgo global, comenzó a traducirse en políticas basadas en su poderío ya que Washington considera depreciar la teneduría de dólares dentro de las posibles soluciones al problema de la crisis. Una guerra mayor podría en realidad servir este propósito. En consecuencia, el ganador podría imponer sus propias condiciones al resto del mundo, como se hizo cuando se implantó el sistema de Bretton Woods el año 1944. Para los efectos de dominar el mundo Washington necesita estar listo para una guerra mayor.
Con el necesario apoyo, ¿podría Irán poner coto a la expansión universal norteamericana? Esta pregunta será respondida en un segundo artículo.
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