Los caminos de EE. UU a Irán pasan por Siria

La secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton, insiste en que el principio del “consentimiento mutuo”, la base de actuación para el “gobierno de transición”, significa que el presidente Al Assad debe irse. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, está seguro de que el “gobierno de transición” debería incluir al actual gobernante sirio.

Antes de ponernos a discutir sobre qué significa esto, detengámonos un momento para fijarnos en un simple hecho: cinco potencias extranjeras se reúnen para decidir la suerte de un país, sin contar con su líder y su pueblo, que nunca ha pedido a nadie que le haga este favor.

Es de por sí una escandalosa violación de la ley internacional y se presenta aún más escandalosa por el simple hecho de que nadie se preocupa ni habla de ello. Y ahora el comunicado definitivo, por insistencia rusa, no llama explícitamente a desbancar a Al Assad, formulando en vez de ello que el nuevo Gobierno “ha der ser formado a partir de un consentimiento mutuo”.

Rusia y China, según sus funcionarios, entienden que esta fórmula significa que el presidente Assad sería parte del proceso. Pero miren cómo lo interpreta el autor del nuevo plan, el ex secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan:

“El Gobierno tendrá que reconstituirse por medio de discusiones, negociaciones y acuerdos recíprocos, y dudo que los sirios que han luchado tan duro por su independencia, […] elijan como gobernantes suyos a personas con las manos manchadas de sangre”.

En una extraña secuencia de la política de lealtad a Washington, aplicada por el ex presidente Sarkozy, el señor Fabius, el actual canciller galo, lo augura incluso con mayor claridad: “Incluso si ellos [Rusia y China] dijeran lo contrario, este texto significa de hecho […] que se trata de prescindir de Bashar Al Assad. La oposición nunca estará de acuerdo con él, lo que significa implícitamente que Assad debe irse y que su poder ha llegado a su fin”, manifestó Fabius a la cadena de televisión TF1. Todo parece indicar que Washington ha encontrado una solución final para Bashar Al Assad.

El “gobierno de transición” basado en un “consentimiento mutuo” significará para Siria lo que “la zona de exclusión aérea” significó para Libia. Mientras una persona normal entiende por “zona de exclusión aérea” aquella zona donde están prohibidos los vuelos de aeronaves, Washington define este término como un justificante para realizar más de 30.000 misiones de bombardeo y reconocimiento por parte de la OTAN.

En el caso de Siria, EE.UU. busca con el acuerdo de Ginebra poner en marcha la última etapa de la destitución del presidente Assad. ¡Y al igual que en el caso de Libia, la destitución del “régimen” se llevará a cabo con el pleno consentimiento de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU! Quizá el factor más pésimo de este caso es que, al parecer, Rusia ha vuelto a caer en la misma trampa de Washington.

Pese a todos los esfuerzos puestos en hacer declaraciones correctas, al final del día Rusia suscribió un tácito acuerdo de abandonar a Siria, similar a su voto de abstención en cuanto a la resolución sobre la “zona de exclusión aérea” que permitió a Washington lanzar un ataque. Cabe destacar el papel que jugó en este proceso Kofi Annan, que dejó al descubierto otra táctica estadounidense en el cambio del “régimen”.

Comparado con la conducta de un “policía malo” de la Administración norteamericana, el diplomático keniano, con su dulce voz y traje elegante, se hizo el perfecto “policía bueno” amante de la paz.

En febrero de 2012, justo cuando el Gobierno sirio estaba a punto de neutralizar la insurrección armada de terroristas ilegalmente armados y entrenados por Estados Unidos y sus aliados, Annan viene con su “plan pacífico de 6 puntos” que estipulaba la retirada inmediata de tropas gubernamentales a sus cuarteles, mientras que los terroristas se comprometían tan solo a cesar el fuego.

De hecho, el plan de Annan proporcionó el tiempo necesario para armar y entrenar a los insurgentes, reforzar sus capacidades terroristas y al mismo tiempo preparar el apoyo a la guerra por parte de la opinión pública occidental.

Preparando las negociaciones en Ginebra, Kofi Annan promovió otro “plan de paz” que impulsa la siguiente etapa de la destitución del presidente Assad: el de la creación de un “gobierno de unidad nacional” que “podría incluir miembros del gobierno actual, de la oposición y de otros grupos”, excepto de “aquellos cuya presencia y participación socave la credibilidad de la transición y ponga en peligro la estabilidad y reconciliación”.

De este modo, de acuerdo a la visión de Annan y EE. UU. los asesinos que perpetraron la masacre en Houla estarán autorizados a formar parte del futuro gobierno, mientras que el gobernante democráticamente elegido del país no lo está.

Y como si fuera poco, el segundo “plan de paz” de Annan estipula promover “elecciones libres y pluripartidistas” que, según la metodología de las “revoluciones de colores”, resultan ser el ambiente más práctico para deponer gobiernos y obtener el triunfo de la oposición.

La inmediata tarea de EE. UU. para lograr desestabilizar a Siria es impulsar un frente contra Irán. En esta dirección, las operaciones en Siria irán a la par que los preparativos en las fronteras septentrionales de Azerbaiyán con Irán. Para Rusia, la consiguiente caída en una trampa estadounidense acarreará unas consecuencias nefastas.

En la palestra internacional, Moscú perderá la credibilidad de sus aliados estratégicos, en particular la de Irán. Geopolíticamente, la caída de Siria agilizará el despiadado avance de Estados Unidos hacia el Cáucaso y Asia Central, a través de Oriente Medio y la consolidación de la infraestructura militar estadounidense en la frontera oriental rusa, lo que pondrá punto final a las perspectivas de la Unión Euroasiática.

Estas bajas serán difícilmente reversibles o ya irrecuperables.

Verónika Krasheninikova, directora general del Instituto de Investigaciones e Iniciativas en Política Exterior de Moscú. RT