La Iglesia Católica, particularmente en las diócesis de Estados Unidos, enfrenta serias dificultades económicas, sobre todo por las compensaciones millonarias que han tenido que pagar a víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes, utilizando para evitar la quiebra prácticas poco transparentes financieramente,
En los últimos años, cierto sector de la Iglesia Católica ha caído en una espiral de desprestigio a causa de los escándalos de abuso sexual en que han incurrido algunos de sus miembros, mismos que le han costado valiosas pérdidas en sus finanzas institucionales.
Una investigación periodística llevado a cabo por The Economist (teniendo al alcance documentos jurídicos, gubernamentales y testimonios de fuentes primerias) revela que, al menos en Estados Unidos, no son pocas las diócesis que enfrentan serios problemas de liquidez, esto por las compensaciones económicas que han estado obligadas a ofrecer a víctimas de abuso sexual: más o menos 1 millón de dólares por cada víctima de un sacerdote.
Teniendo en cuenta que la población católica de Estados Unidos asciende a un tercio de la población total, las cifras negativas han echado a andar la impresionante maquinaria financiera eclesiástica, cuyos engranajes se extienden lo mismo hacia escuelas (el 5% de las que existen en EEUU), hospitales (11%) y universidades, muchas de ellas de excelente nivel y con servicios de primera calidad y, por supuesto, plegadas a la voluntad que emana del Vaticano.
La Iglesia —publica The Economist— es la organización de caridad más grande del país. Catholic Charities USA, su principal beneficencia, y sus subsidiarias, emplean a más de 65 mil asalariados y sirven a más de 10 millones de personas. Estas organizaciones distribuyeron 4.7 mil millones de dólares entre los pobres en 2010, de los cuales el 62% provino de agencias gubernamentales locales, estatales y federales.
Por otro lado, la publicación asegura que de las finanzas totales de la Iglesia Católica, el 60% de los ingresos los aporta la Iglesia estadounidense, seguida de Alemania, Italia y Francia (a pesar de que, en cuanto a población, Brasil, México y Filipinas tienen mayor cantidad de fieles que estos países), aunque no queda claro cómo es que dicho dinero arriba a la Santa Sede, pero parece que la proporción más sustancial la aportan grupos de élite que, como Legatus, fundada por Tom Monaghan, el dueño de Domino’s Pizza, donan arriba de 1 millón de dólares cada año, en contraste con las donaciones personales, que según algunas estimaciones han decaído en un 20%.
Y esto último no por casualidad: en los últimos 15 años, la Iglesia Católica estadounidense ha gastado 3.3 mil millones de dólares en asuntos relativos al abuso sexual o de franca violación contra niños. Como resultado de esto, 8 diócesis se han declarado en bancarrota, entre ellas la de San Diego, la de Tucson y la de Milwaukee, además de otras organizaciones como los Hermanos Cristianos Irlandeses, una división jesuita regional (y se dice que la de Honolulu lleva el mismo rumbo).
Para una entidad que globalmente se embolsa 170 mil millones de dólares, estas cifras podrían parecer nimias, triviales, pero el caso es que el Vaticano maneja celosamente los tratos financieros entre la cúspide y las ramificaciones, cuidado que parece lógico que se incremente cuando de escándalos jurídicos y morales se trata.
Para sortear esta situación, algunas diócesis han comenzado a jugar con el dinero que, por práctica común y aceptada, se recauda para el retiro de los sacerdotes. En tratos no siempre claros ni abiertos, estos fondos se han destinado a inversiones que buscan ganancias suficientes como para evitar la quiebra. Con todo, se trata de una actitud cuestionable que ha encontrado manifestaciones como la de los “Pasionistas”, una orden de misioneros que, en su desesperación económica, vendió un terreno costero en Nueva York para financiar un show de Broadway: “Leap of Faith”, “Salto de fe”, que para desgracia suya fracasó.
Y esto es posible porque aun en países como Estados Unidos y en asuntos como las pensiones, el gremio de los sacerdotes católicos debe obediencia primero y casi exclusivamente al Estado Vaticano, encontrando así la forma de escabullirse al escrutinio de las leyes locales correspondientes.
Por otro lado, The Economist también señala casos en que se han realizado transferencias bancarias millonarias con pretextos poco coherentes con estas cantidades, lo cual despierta la sospecha de posibles fraudes o intentos de soborno hacia las víctimas de abusos sexuales.
En Milwaukee, por ejemplo, se tienen detectados movimientos por 35 y 55 millones de dólares, supuestamente para financiar cementerios, en ambos casos transferencias autorizadas por el entonces arzobispo del lugar, el cardenal Dolan, cuya defensa apasionada de la transparencia de la operación no disipa del todo las dudas: ¿tanto dinero para el eterno descanso de los difuntos?
Finalmente vale la pena hablar de la relación que guardan las finanzas eclesiásticas con los impuestos, una fuente de la que también se han servido algunas diócesis en su intento por no caer en el abismo de la desgracia económica.
En una situación un tanto anómala, existen registros de autoridades locales y estatales que pagaron en al menos 50 diócesis distintas remodelaciones y otras acciones similares que, sin embargo, ya habían sido cubiertas con las donaciones de particulares.
Uno de los estados supuestamente más liberales, California, ostenta el nada halagador título de ser la entidad que más dinero presta a la Iglesia Católica en Estados Unidos —contraviniendo las leyes que prohíben a entidades públicas financiar grupos religiosos: hasta 12 mil millones de dólares en las últimas décadas.
Lo preocupante de estos comportamientos financieros —más allá de los vínculos entre los altos prelados católicos y las élites empresariales, políticas y otras— es la falta de transparencia que impera en todas estas operaciones, millonarias en casi todos los casos, que echa un velo de duda y de suspicacia sobre los verdaderos motivos que las animan, sobre el flujo de realidad que se intentan contener con tan tremendas cantidades de dinero.