¿Por qué la mayoría de los medios europeos suele mencionar la caída de los bancos y la crisis que atraviesan los miembros de la eurozona y no destacan el caso de Islandia, que fue el único país del continente en dejar atrás una crisis muy profunda?
Podría ser porque este país nórdico es minúsculo, no utiliza el euro y ni siquiera es parte de la Unión Europea (UE), pero las razones son otras. Los mercados temen que se propague la reacción democrática que adoptaron los islandeses frente a las exigencias de los acreedores externos, y las medidas de los nuevos gobernantes, que provocaron un quiebre controlado de los mayores bancos.
Si este ejemplo se esparciera por la zona euro, los bancos alemanes que se benefician de la crisis, los grandes fondos de inversión y el FMI que ejercen el rol de prestamistas a altas tasas, verían desmoronarse sus intereses.
¿Cómo se hundió Islandia?
Los tres principales bancos, que entre el 2003 y el 2007 se prestaron al juego financiero del crédito inmobiliario de riesgo, quebraron en el 2008 y acumularon una deuda de u$s19.000 millones, unas seis veces el PBI nacional islandés.
Esto provocó que las inversiones huyeran, la desocupación se disparara y que el producto bruto cayera un 15 por ciento.
La complicidad del partido que gobernó desde 1944 fue evidente, ya que actuó como sus pares europeos: en lugar de investigar la estafa, el gobierno tomó préstamos de bancos británicos y holandeses para recapitalizar el sistema financiero contaminado.
En tanto, Islandia pidió un préstamo al FMI, que exigió a cambio duras reformas.
El dato positivo fue que la devaluación de la corona a la mitad de su valor permitió que ingresaran divisas por la exportación de productos pesqueros y de aluminio.
Reacción popular
Las medidas fueron contraproducentes: el Estado nacionalizó la banca y las entidades financieras británicas y holandesas se convirtieron en acreedores directos de Islandia.
En el 2009, una revuelta popular pacífica forzó al gobierno a renunciar. En su lugar se formó una coalición de izquierda que comenzó a poner en su lugar los desajustes, pero de manera diferente de como lo hicieron Grecia o España. Los tribunales comenzaron a juzgar a los responsables de la crisis, ya sean bancarios, empresarios o políticos. Actualmente, hay unos doscientos procesados, entre los que se encuentra el ex primer ministro.
Además, el gobierno exculpó a los ciudadanos de la deuda de los bancos que especularon.
En el 2010, los islandeses acudieron a un referendo para decidir si el Estado debía hacerse cargo de los pasivos del sistema financiero. El 90% de los ciudadanos votaron por el “No”. En paralelo, se formó una asamblea para reformar la Constitución, finalmente aprobada en julio del 2011 y donde quedaron consignados los cambios implementados por el gobierno y votados por una amplia mayoría.
A pesar de que la quita de la deuda con los bancos británicos y holandeses y con el FMI fue del 70%, Islandia renegoció las tasas, que en lugar del 15 pasaron al 5% anual, mientras que los plazos se extendieron de quince a treinta años.
Por otro lado, el intento foráneo de comprar el próspero sector pesquero fue bloqueado, y ahora está siendo manejado en parte por empresas privadas islandesas, con un fuerte control estatal. De esta manera, se evitó que la UE se adueñara del principal recurso del país.
El ejemplo islandés propició un fortalecimiento de la macroeconomía, ya que en el 2010 el crecimiento llegó al 1% y en el 2011 alcanzó el 2,5%; se espera que este año se incremente aún más.
La asistencia social del estado de bienestar continúa, mientras que la desocupación se redujo notablemente.
¿Ejemplo para la Eurozona?
Aunque el corralito aun no fue levantado en su totalidad, los cambios en Islandia son evidentes. El no cumplimiento de las normas impuestas por el mercado llevó al país a depurar su economía, sin desconocer el endeudamiento, pero asumiendo sólo la parte legítima y no usuraria.
Antes del 2010, Islandia caía en una trampa similar a la que se encuentran Grecia, Irlanda y Portugal, que aceptaron recibir enormes sumas de dinero para estabilizar la economía en general y no sólo los bancos, pero con condiciones recesivas y con recortes sociales básicos.
El “mal ejemplo” de Islandia no suele ser analizado por los diarios económicos mundiales, ni por la prensa europea en general.
Es cierto que existen diferencias entre Islandia y las naciones del sur de Europa, dado que el país nórdico pudo devaluar su moneda por no pertenecer a la zona euro, pero el hecho de someter las medidas de ajuste a un referéndum popular es algo impensado en los países en crisis que, por el contrario, están gobernados por tecnócratas afines al establishment o por gobiernos como el de Mariano Rajoy, que aplica dolorosas recetas para salvar sólo a los bancos que provocaron la crisis, en lugar de investigar y juzgar a los responsables.
El pueblo lo premió
El presidente islandés, Ólafur Ragnar Grimsson, fue recientemente electo para un quinto mandato. Aunque el cargo de presidente en Islandia no concentra las atribuciones de jefe de Estado y Gobierno, en el caso de Islandia cuenta con poder de veto sobre la legislación. Y tal vez allí resida el secreto de su éxito: en los últimos años Grimsson vetó en varias ocasiones decisiones o leyes impulsadas por el gobierno, entre ellas los polémicos acuerdos para compensar al Reino Unido y a Holanda por el dinero destinado a asegurar los ahorros afectados por el colapso del banco islandés Icesave en el 2008.