¿Es inminente un ataque terrorista fabricado en Estados Unidos?


Dado que Estados Unidos e Israel añoran tener un argumento para atacar a Irán, agregado a la reciente historia donde provocaciones montadas son consideradas, e innumerables ejemplos de banderas falsas que han sido supervisadas por la administración Obama, la amenaza de un ataque terrorista fabricado nunca ha sido mayor.

A diferencia de la serie de falsas alertas terroristas que el ex secretario de Homeland Security, Tom Ridge, admitió haber emitido con fines de propaganda política, este caso es muy serio.

El pueblo estadounidense está siendo bombardeado con la misma propaganda en dos formatos similares, pero separados: en uno, Irán estaría supuestamente buscando lanzar un ataque terrorista contra suelo estadounidense; y en el otro, extremistas domésticos también representarían una violenta amenaza.

No obstante, como la historia nos cuenta, es el propio gobierno quien rutinariamente escenifica y facilita eventos violentos con el objeto de perseguir sus metas políticas. Por ende, aquellos mismos intereses debiesen ser los sospechosos principales si efectivamente se produce un episodio de violencia.

La semana pasada, oficiales de la inteligencia estadounidense potenciaron su arremetida contra Irán durante un testimonio ante el Congreso, afirmando que Teherán está preparado para lanzar ataques de represalia dentro de los Estados Unidos.

El director de la Inteligencia Nacional, James R. Clapper Jr., citó el supuesto complot iraní para asesinar al embajador saudí en suelo estadounidense como signo de que “algunas autoridades iraníes – que probablemente incluyen al líder supremo Ali Khamenei – han cambiado sus cálculos y ahora están más dispuestos a conducir un ataque en los Estados Unidos, como respuesta a acciones estadounidenses reales o percibidas que amenacen al régimen”.

Como documentamos en aquel entonces, según el Teniente Coronel (R) Anthony Shaffer del ejército estadounidense, ninguna información del supuesto complot existía en los canales del FBI, sugiriendo fuertemente que la historia fue inventada por la administración Obama. El New York Times también reportó que la ridícula naturaleza del complot causó “una ola de escepticismo en algunos líderes y expertos extranjeros”.

Partidarios de un ataque contra Irán han insinuado que Estados Unidos podría montar una provocación como pretexto para un asalto militar. En enero de 2008, la oficina de Dick Cheney consideró montar un incidente que fuese culpado a Irán, en el cual navíos estadounidenses que patrullaban el Estrecho de Ormuz resultaban atacados.

A pesar de la sórdida historia de mentiras que fueron creadas sobre armas de destrucción masiva para justificar la invasión de Irak en 2003, estamos viendo cómo la historia se repite, mientras Estados Unidos busca explotar otra crisis artificial como excusa para respaldar un ataque israelí contra Irán.

Numerosos ejemplos desde que Obama llegó a la Casa Blanca ilustran cómo su administración, y las agencias de inteligencia que la rodean, no están para nada en desacuerdo con mentir descaradamente y montar eventos con fines políticos.

A pesar de los mejores esfuerzos de la administración Obama por caracterizar la Operación Rápido y Furioso, un programa del ATF que buscaba poner armas estadounidenses en manos de narcotraficantes mexicanos, como nada menos que un “error”, la evidencia dura indica que toda la operación era en realidad un intento por lanzar un asalto de bandera falsa contra los derechos de la Segunda Enmienda (porte de armas y autodefensa) del pueblo estadounidense.

El año pasado, Obama manifestó a la partidaria del control de armas, Sarah Brady, que su administración estaba trabajando “bajo el radar” para atacar la Segunda Enmienda. Esto ocurrió sólo meses antes de que se filtrara el escándalo de Rápido y Furioso, y al mismo tiempo en que autoridades de su administración estaban culpando la violencia de México a los derechos de autodefensa, cuando en realidad el propio gobierno era responsable de armar a los carteles de la droga.

Otro ejemplo de un intento de bandera falsa bajo la actual administración, involucró al terrorista del día de Navidad, conocido por las presuntas bombas que portaba en su ropa interior, Umar Farouk Abdulmutallab, quien fue ayudado a atravesar la seguridad por un individuo bien vestido de la India, a pesar de estar en la lista de vigilancia terrorista y no portar pasaporte, el 25 de diciembre de 2009.

Más tarde se supo que el Depto. de Estado recibió órdenes de no revocar la visa de Abdulmutallab, por parte de “oficiales federales de contraterrorismo”, incluso cuando el acusado poseía conocidos vínculos con yerroristas. Su propio padre, además, había advertido un mes antes a la inteligencia estadounidense de la amenaza que éste representaba.

Mientras se le dice al público que terroristas están a punto de atacar en suelo estadounidense, el propio gobierno ha armado y financiado a terroristas de Al Qaeda en Libia para derrocar a Gaddafi, y ahora está respaldando a grupos de Al Qaeda en Irán para llevar a cabo bombazos y asesinatos (a científicos nucleares, por ejemplo) con el objetivo de socavar al gobierno de Ahmadinejad. Los mismos terroristas usados en Libia fueron posteriormente trasladados a Siria, como parte de una iniciativa para derrocar al presidente Bashir Assad.

Es demasiado evidente que el gigantesco aparato anti-terrorista, creado a raíz de los ataques del 9/11, está siendo usado en contra del pueblo estadounidense, con ciudadanos siendo entrenados para espiarse entre sí bajo los auspicios de la campaña See Something, Say Something de Homeland Security. Para ilustrar lo absurdo del alcance que esto tiene, vendedores de hot dogs en el reciente Super Bowl fueron entrenados por el TSA para detectar a terroristas.

Tanto el DHS como el FBI también están caracterizando comportamientos comunes, entre ellos pagar una taza de café con efectivo, usar una cámara de video, hablar con oficiales de policía, vestir poleras, conducir camionetas, escribir sobre un pedazo de papel y usar una aplicación grabadora de celular, como indicadores de actividad terrorista.

Encima de todo ello, la administración Obama también ha sido instrumental en aprobar una provisión de la ley NDAA, la cual autoriza al ejército a secuestrar y encarcelar a ciudadanos estadounidenses sin juicio alguno, simplemente con una acusación de que podrían ser terroristas.

El entorno de miedo y paranoia que ha sido creado como resultado de todo esto, genera un piso fértil para que el gobierno monte una crisis o fabrique una situación de emergencia, que sea utilizada para unir al pueblo estadounidense alrededor de un número de agendas domésticas y geopolíticas favorables al gobierno.

Fuente: Verdad Ahora

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