La TV pública griega sigue emitiendo de forma pirata, sin medios y sin sueldo


Sin medios y sin sueldo, pero con absoluta libertad, los periodistas de la radiotelevisión griega ERT sacan adelante cada día la programación habitual desde la antigua sede del ente público, ocupado por sus trabajadores.
Han transcurrido dos meses desde que el Gobierno del conservador Andonis Samarás decretase el cierre de ERT y el despido inmediato de sus más de 2.600 trabajadores y en el exterior del edificio de la antigua radiotelevisión pública sólo se oye el cri-cri de las cigarras.
Un guardián vegeta en su asiento mientras el viento procedente del Mar Egeo hace ondear decenas de pancartas que cuelgan y se ajan en las paredes de ERT.
Pero a pesar del tedio de agosto y de que el Gobierno ya ha comenzado a poner los cimientos de la nueva radiotelevisión pública, NERIT (que emite a través de la señal digital terrestre y que esta semana anunció la contratación temporal de 577 trabajadores) algunos profesionales aún resisten en el interior.
Faltan dos minutos para las tres de la tarde y en el control técnico principal se agolpa una decena de personas ajetreadas.
“¿Qué llevamos de apertura?”. “¿Tenemos listas las imágenes de Egipto?”. Suena la sintonía del informativo. Tres, dos, uno…. “¡Dentro!”.
Es la imagen habitual de cualquier control de continuidad de una televisión normal pero ni los presentadores en el estudio, ni los cámaras, ni los técnicos cobran un céntimo por su trabajo. Oficialmente están despedidos.
“Esto significa que estamos financiando nuestro trabajo con nuestros propios medios. El dinero de la indemnización que cada uno de nosotros tendría para organizar su vida después del despido lo utilizamos para seguir emitiendo”, explica la periodista Maji Nikolara.
La programación es la habitual del principal canal televisivo de la ERT, es decir, cuatro telediarios, dos magazines informativos y diversos programas culturales y de ocio, además de emisiones en diferentes idiomas, entre ellos el español.
Igualmente continúa funcionando una emisora de radio y la web ertopen.com, todo ello a través de internet y de la señal analógica, que el Gobierno no ha logrado echar completamente abajo en diversas partes del país.
Y todo ello a pesar de las numerosas dificultades a las que se enfrentan a diario, que van desde el intento de bloquear las emisiones a cortar las líneas telefónicas.
“Solo hay cuatro líneas en todo el edificio que pueden telefonear al exterior. Una está instalada en el control y cada pocos minutos se queda fuera de servicio”, explica Nikolara.
Además, tienen prohibido por el Gobierno sacar cámaras a la calle pues, de hacerlo, podrían ser acusados de robar material de la televisión pública porque ya no son trabajadores del ente público.
Este obstáculo lo han salvado gracias a la solidaridad ciudadana, asegura la periodista: “Hay cineastas y productores que nos ofrecen sus imágenes, películas y documentales de forma desinteresada y con ellas podemos llenar las 24 horas de programación”.
Además, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), que como otras organizaciones internacionales criticó duramente el cierre de ERT, continúa ofreciéndoles imágenes internacionales por lo que puede informar sin problemas de lo que acaece a lo largo y ancho del mundo.
“Seguimos haciendo nuestro trabajo y, por primera vez, lo hacemos como queremos. Las decisiones sobre los temas que tratamos son tomadas colectivamente”, explica la presentadora y reportera Ana Konstandakaki.
“Es muy importante para nosotros que, por primera vez, decidimos la programación con criterios periodísticos, sin ninguna intervención política y sin jerarquías. Sin la intervención del Gobierno, como ocurre en las televisiones públicas, ni la intervención de los propietarios que hay en las privadas”, añade.
“La experiencia de estos dos meses, todo lo vivido, todo lo debatido con los colegas, equivale a la experiencia de toda una vida”, concuerda el técnico Yannis Xirujakis.
Pero el mayor problema al que se están enfrentando los trabajadores de ERT es a la división sembrada por el Gobierno al prometer nuevas plazas en NERIT a los antiguos empleados de la radiotelevisión pública.
“La gente están obligada a buscar un trabajo, porque no tiene otro medio para sobrevivir. Hay colegas que tuvieron que irse a las islas o a sus pueblos para trabajar como camareros o en otros oficios para mantener a sus familias”, afirma Nikolara reconociendo que ahora son muchos menos los periodistas que quedan en la ERT ocupada.
Pero ella se niega a solicitar un empleo en la nueva televisión pública, ya que, como otros periodistas, considera que el proceso de selección está siendo poco transparente, se está eligiendo a profesionales cercanos al Ejecutivo y el nuevo ente estará aún más sujeto al control gubernamental.
“La ley aprobada en el Parlamento establece que el consejo de administración (de NERIT), elegido por el Gobierno, permanezca durante seis años y que también el Gobierno elija a la dirección de la televisión. Eso no es una televisión pública”, denuncia Nikolara.
Esta semana, el viceministro encargado de la radiotelevisión pública, Pantelis Kapsis, exigió el cese de la ocupación de ERT.
“La situación es de mucha incertidumbre. Y por eso sólo organizamos la programación de cara a los próximos dos o tres días. No sabría decir hasta cuándo podremos aguantar. Espero que sigamos haciéndolo hasta que nuestras fuerzas nos lo permitan”, dice Xirujakis.