Siete nubarrones negros


Un grupo de paseantes, ante el estadio olímpico. (EFE)
Faltan siete días para la cita fatídica y los problemas se acumulan sobre la mesa de Sebastian Coe, presidente del Comité organizador de los Juegos.
Insiste sin embargo el ex campeón olímpico en que todo discurre según el calendario y que el caos aparente no obedece más que al típico nerviosismo ante los grandes eventos.
La revista Der Spiegel dedica su último número al cúmulo de fiascos de Londres 2012, pero Coe sigue avanzando hacia la meta con flema británica, invitando a los periodistas a ver las cosas “en perspectiva”. “Los Juegos están en plena forma”, recalca Coe en plena cuenta atrás, poniendo velas para conjurar los siete nubarrones …

1.- La “tensión” inaugural.

La organización ha admitido la existencia de “tensiones creativas” en la ceremonia de apertura, inspirada en la campiña inglesa y en “La Tempestad” de William Shakespeare, y presupuestada en 33 millones de euros.
El director Danny Boyle anda a la gresca con la firma Olympic Broadcasting Service (OBS) por discrepancias en la producción televisiva. Los ensayos van con retraso y la atmósfera que se respira es “miserable”, según The Guardian. La decisión de suprimir la media hora final del “show” para que los espectadores puedan tomar el metro antes de las 12,30 de la noche ha sido la gota que colmó el vaso.

2.- La lluvia pertinaz.

Hace apenas cuatro meses, Londres prohibió el uso de las mangueras y se preparaba para la sequía. Pero desde finales de marzo no para de llover, día tras día.
El verano del 2012 es ya el segundo más húmedo en el último siglo y nadie se fía ya de los pronósticos, que llevan semanas anunciando una “mejoría”. Varias zonas del sureste de Inglaterra están en alerta por inundación y el Comité Olímpico ha tenido que poner en marcha un plan de contingencia ante la lluvia, que puede afectar seriamente a las competiciones al aire libre, del atletismo a la equitación. “En el pasado llegué a bromear y dije que lo que necesitamos en un techo que cubra el país”, declaró Coe. “Ahora tengo que reconocer que el reto es muy serio”.

3.- El caos de la seguridad.

El fiasco de la compañía de seguridad G4S ha dejado en evidencia al Gobierno Cameron, que aspiraba a usar los Juegos como excusa y escaparate para impulsar la privatización de la policía. Nick Buckles, al frente del imperio de seguridad con más de 600.000 empleados en 120 países del mundo, admitió esta semana en el Parlamento el “desastre humillante” de su compañía, capaz de proporcionar tan sólo una tercera parte de 10.400 agentes de seguridad que tenía comprometidos. La “broma” puede costarle a los contribuyentes británicos 330 millones de euros.

4.-El “cerrojazo” militar.

Tras el fiasco de los contratistas, el ejército británico ha acudido al rescate y ha tomado posiciones en los accesos y el perímetro del Parque Olímpico, convertido en un auténtico fortín militar (“Fort Stratford”). El número de soldados desplegados llegará a los 19.000, más del doble que los destinados en Afganistán.
Con misiles en los tejados, helicópteros Lynx y cazas Typhoon patrullando los cielos, y el portaaeronaves HMS Ocean fondeado en el Támesis, Londres ha cobrado el aspecto de una ciudad “ocupada”. Los soldados, hacinados en campamentos provisionales o durmiendo en sillas y en edificios abandonados cono el Tobacco Dock, se han quejado ya públicamente de las condiciones: “Peor que en Afganistán”…

5. La congestión eterna.

Los accesos a la ciudad han quedado prematuramente colapsados, sobre todo en la entrada desde Heathrow, después de las obras urgentes de reparación de la autopista M-4. Los 150 kilómetros de calles cortadas y los carriles olímpicos han provocado una revuelta de los taxistas, que amenazan con volver a cortar el tráfico en señal de protesta.
El metro no ha “pinchado” de momento como ocurrió durante la celebración del Jubileo de la Reina Isabel II, pero las suspensiones temporales y los largos retrasos en varias líneas –Picadilly, Central, District, Circle- han dejado de nuevo en evidencia esta semana las obsoletas infraestructuras de Londres. El suburbano (“overground”) sigue llegando a Stratford con cuentagotas y abarrotado. Se teme que la presión “extra” de un millón de pasajeros diarios durante los Juegos haga saltar por los aires la red de metro.

6. Las huelgas que vienen.

Los funcionarios de aduanas irán a la huelga el 26 de julio y amenazan con colapsar los cinco aeropuertos de entrada en Londres, con especial incidencia en Heathrow, donde las colas de dos horas son ya de por sí inevitables. Protestan por los recortes de personal, por la congelación de sus pagas y por la privatización de los servicios auspiciada por David Cameron, que ya ha condenado la convocatoria como “innecesaria e injustificada”. Los sindicatos de transportes también ha roto la tregua y han convocado paros para el 6,7 y 8 de agosto en los trenes que conectan Londres con las cercanías y con los Midlands.

7.- El berrinche de Beckham.

Dicen que el mal fario de los Juegos empezó en realidad cuando el seleccionador de fútbol del equipo olímpico, Stuart Pearce, decidió dejar fuera a David Beckham. A sus 37 años, la estrella de Los Angeles Galaxy confiaba en darse un último homenaje mundial en su propia tierra, sobre todo después de haber puesto toda la carne en el asador para traer los Juegos a Londres.
Pero Pearce insistió en que no iba a dejarse llevar por “cuestiones sentimentales” a la hora de elegir a los 18 que sudarán la camiseta blanca. Desde entonces, David y Victoria Beckham han conjurado a los demonios olímpicos. El propio Sebastian Coen no oculta su decepción: “Sé que un seleccionador tiene que tomar a veces decisiones terribles. Pero, como un fan del fútbol que soy, me habría gustado verle en acción”.

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